Una frase histórica que repiten desde hace siglos madres y médicos; “Tienes que dormir 8 horas”. Y es cierto, nadie la discute. Pero a la noche, cuando llega el momento de apagar la luz y conciliar el sueño, muchas veces la cabeza no para y el descanso tarda en llegar.
Es que cada persona tiene sus propias costumbres a la hora de dormir. Almohadas especiales, alguna luz encendida, música o sonidos de la naturaleza para escuchar de fondo y otros métodos.
Pero hay una acción que se repite a menudo que es la de sacar un pie fuera de las sábanas y, según especialistas, este acto cotidiano corresponde a un mecanismo importante cuando queremos conciliar el sueño: la regulación de la temperatura corporal.
“La explicación de cómo influye la temperatura a la hora de conciliar el sueño es que para poder dormir tenemos que expulsar el calor interno hacia fuera a través de la vasodilatación”, explicó a TN.com María José Martínez, coordinadora del grupo de Cronobiología de la Sociedad Española del Sueño (SES).
Esto sucede porque el cuerpo humano funciona como una máquina: de día se calienta para moverse y a la noche necesita bajar la temperatura para descansar. Por ese sacamos el pie afuera: “Lo que hacemos es disminuir la temperatura interna de nuestros órganos disipando el calor hacia afuera a través de la vasodilatación, es decir, se abren los capilares sanguíneos de forma que aumentamos nuestra temperatura periférica en la piel, las manos y los pies”, indicó Martínez.
Cuando se da esa vasodilatación es que sacamos un pie por afuera de sábanas y frazadas para expulsar el calor. Ese accionar se ve claramente en los bebés. Ellos también lo hacen para expulsar el calor.
Esa vasodilatación sirve para regular la temperatura corporal y poder descansar. Martínez dijo al respecto: “De ahí a que en invierno, aunque haga mucho frío, también saquemos el pie fuera para expulsar ese calor”.
Por otra parte, Martínez subraya que más allá de la temperatura existen tres factores fundamentales a la hora de conciliar el sueño y poder dormir bien: la sincronización, el contraste y la regularidad. “La sincronización se refiere a que todos los relojes están puestos a la misma hora (diferenciar entre el tiempo de descanso y el tiempo de actividad acorde a la luz solar), el contraste que es aquel que marca la diferencia entre el día y la noche y la regularidad que significa establecer unos determinados horarios fijos de sueño, comidas y ejercicio”, aclara. Asimismo, esta especialista insiste en la importancia de desconectar del trabajo a la hora de irse de la cama y reducir la exposición a la luz azul (procedentes de pantallas de ordenador y teléfonos móviles) para conciliar el sueño.